En los videojuegos pasa como con el cine o la literatura. El que un título sea bueno no va ligado al tiempo que se tarde en consumirlo, sino a lo que ofrezca a nivel jugable, narrativo, gráfico o sonoro. Es decir, a las sensaciones que sea capaz de crear en quien tiene el mando entre las manos. Algo parecido a lo que convierte a una pintura que cuelga de una pared en obra de arte.
A pesar de ello, cada vez son más los usuarios que esperan que, después de pasar por caja, el título le garantice un rato largo de diversión. Lo suficiente, al menos, para que la compra sea justificable. Y es que uno no realiza un desembolso importante, muchas veces superior a los 60 euros si se trata de una novedad (o de un juego de Nintendo Switch lanzado en 2017), para que, después de echar un par de tardes pegado a la pantalla, ya no haya nada más que rascar. Las grandes desarrolladoras son conscientes de esto, y por eso se esfuerzan en crear juegos cada vez más ricos e inmersivos. Propuestas que, en ocasiones, obligan al usuario a pasar decenas de horas con los ojos clavados a la pantalla. Especialmente si desean desvelar todos sus secretos.
Quizá el ejemplo más reseñable sobre este tipo de títulos, al menos en la actualidad, sea el western « Red Dead Redemption 2». Rockstar, la compañía desarrolladora, realizó un videojuego completamente revolucionario. Y no por sus increíbles gráficos, que suponen, probablemente, la cima dentro de la actual generación de consolas. Sino por haber sido capaz de crear un mundo abierto (sandbox) que no solo es enorme, sino que está vivo hasta el extremo; desde los animales que lo pueblan, hasta sus NPC (personajes controlados por el propio videojuego), que igual te ayudan, te piden auxilio, te venden un revólver o te intentan atracar.
A todo esto se le debe de añadir, evidentemente, la narrativa. Si tienes que dedicarle a un título una media de 60 horas para completar la parte principal, como es el caso, es imprescindible que la historia cale y que los personajes despierten interés. Que te los creas y puedas empatizar con ellos. «Red Dead Redemption 2» sigue cumpliendo con creces en este sentido, y buena parte de la culpa la tiene su protagonista principal: Arthur Morgan. La mutación del personaje se va haciendo cada vez más evidente según el título avanza. Morgan pasa de ser un forajido, un delincuente de gatillo fácil que menta «la civilización» con tono de asco, a alcanzar la redención plena mientras ve como todo lo que le ha importado en la vida, su banda, se rompe en miles de pedazos. Una historia agridulce que hay a quien se le puede hacer algo pesada, pero que ha conseguido conmover a miles de usuarios en todo el mundo.
Algo parecido ocurre con el reconocido juego de rol (RPG) « The Witcher III: Wild Hunt». Este título de ambiente fantástico y medieval puede obligar a los más completistas a dedicarle más de 200 horas. Una duración que puede parecer excesiva, pero que no lo es (en absoluto) si te dejas sumergir en la belleza de su inmenso y desafiante mundo mágico. Si logras conectar con su protagonista, el brujo Geralt de Rivia. Con su fiera lealtad, en ocasiones disimulada bajo una falsa máscara de frialdad e indiferencia.
Fuente. ABC