Por: Alan Hernández
En un salón del Gran Hotel Ciudad de México, un grupo de clientes esperan turno en una habitación habilitada exprofeso. Las personas no buscan hospedaje, sino un sitio para presenciar el concierto de Roger Waters del próximo sábado 1 de octubre.
En oficinas de la Asamblea Legislativa, los teléfonos de los diputados no dejan de sonar. Amigos, familiares, correligionarios piden, suplican, que en nombre de las batallas políticas del pasado, el diputado se apiade y los aloje en su oficina la noche en la que el ex Pink Floyd dará el concierto gratuito en el Zócalo.
Los que tienen oficinas con vista al Zócalo son los más asediados.
Como no sucedía desde el concierto de Paul McCartney, en mayo de 2012, las acreditaciones que el Gobierno de la Ciudad dará para el recital no eran tan solicitadas.
Al menos, desde Guatemala y Panamá, hay personas que contemplan tomar un avión el viernes hacia la Ciudad de México, presenciar el concierto y retornar a sus países el domingo.
En redes sociales se desató un frenesí por criticar al gobierno de la Ciudad de México por el gasto para contratar a Waters, pese a que la administración capitalina no erogará un peso por ese concepto, pues el concierto es patrocinado por una empresa telefónica y por el consorcio que pagó por la gira de Waters a México. Desde diversas ciudades del país ya se ofrecen viajes en autobús que saldrán el viernes por la noche y retornarán el domingo.
La noche del próximo sábado, el Zócalo será el epicentro de toda esa expectativa.